My study of Chicano art has become, for me, an investigation of self-discovery. Much of the study I have done of Chicana/o/x art has taken place since the election of Donald Trump, a person able to speak to the worst angels of our country’s nature to become president. This pandering to xenophobia, particularly an othering of brown people, bolstered my motivation to better understand Chicano art; a creative legacy which held within it a dimension of resistance to oppression and a connection to the Mexican-American community. Knowing those things, I wanted to better understand this creative form and position myself as a self-identifying Mexican-American and burgeoning historian in a world where tyrants and demagogues rear their heads, not only abroad, but also in these United States of America. In trying to place myself, it became apparent that I might only do so if I looked at what I knew best, my hometown of San Antonio, Texas, to answer the questions that began to occur to me.
In placing myself in this conversation, two questions began to form to help me better situate myself in the conversation of what Chicano art is. The first question, in three parts, is seemingly simple; ‘Who creates Chicano art?’, ‘What exactly is Chicano art?’, and ‘What does that say about my identity?’ The second question I came to was also seemingly simple, ‘Where is all the information about Chicano artists of South Texas?’.
In attempting to answer the first question we can see the ambiguity that comes from trying to define the term ‘Chicano’. On page two of his book Rethinking the Chicano Movement, Marc Simon Rodriguez describes the term Chicano, as:
“Used to identify those who participated in the social movements of the 1960s and 1970s and also as a term to replace the hyphenated ‘Mexican-American’ identity. For many activists, Chicano was applied to those people of Mexican ancestry born in the United States (Mexican Americans) even if individuals rejected the term. Others embraced Chicano as a way to demand a ‘brown’ racial status and to reject historical claims to a ‘white’ identity. In this sense, Chicanos were neither Mexicans nor white Americans, but rather represented a self-fashioned US minority group with its own history and culture.”
Considering this amorphous definition of the term, ‘Chicano’, it can be easy to recognize that the definition of a Chicano artist is also difficult to grasp. Unlike an art movement, like that of the futurists in Italy, there is no single manifesto that has tied all or even a large conglomerate of Chicano artists together at any one time. But if we take Rodriguez’s definition into account, we might positively say that Chicano art is made, usually, but not necessarily, by Americans of Mexican ancestry, and is put forward as a creative form of resistance against oppression and for social justice. Finally, how did these things pertain to me? Am I a Chicano art historian? Or a Mexican-American that studies Chicano art? Or just a historian, that happens to find affinity with Chicano art, because of my ethnic background? This question is something I still wrestle with and hope that this series of essays will help me come to terms with.
The desire to learn more about San Antonio based artists came, ironically, when I realized most of the research that has been published about Chicano art, focuses on artists of California, although there is a wealth of Chicano art history in San Antonio that is yet to be written about.
Upon finishing the thesis for my MA in art history, which focuses on the Bay Area Chicano artist and his wife, Malaquias Montoya and Lezlie Salkowitz-Montoya, I have come to realize that my questions and concerns could only be answered if I started reaching out directly to Chicano artists in my community.
This series will be a survey of studio visits & profiles of San Antonio-based artists that identify with or have an affinity for the Chicana/o/x title and how they answer these questions for themselves. With these answers in hand, I hope I may have a better understanding of myself and in this time of heightened xenophobia, we may better understand how this creative form, Chicano art, founded in a resistant time, can again and in the future live up to that description as a creative space of liberation.
San Antonio Chicano: Una introducción hacia el autodescubrimiento
Translated by Roberta Zertuche
Mi estudio del arte chicano se ha convertido, para mí, en una investigación de autodescubrimiento. Gran parte del estudio que he realizado sobre arte chicana/o/x se ha realizado desde la elección de Donald Trump, una persona capaz de hablar con los peores ángeles de la naturaleza de nuestro país para convertirse en presidente. Esta negativa reacción hacia la xenofobia, al igual que hacía la gente de color, reforzó mi motivación para entender mejor el arte chicano: un legado creativo que contenía una dimensión de resistencia a la opresión y una conexión con la comunidad mexicano-estadounidense. Sabiendo esas cosas, quise ampliar mi conocimiento sobre esta corriente artística y posicionarme como un historiador mexicano-estadounidense en un mundo donde los tiranos y demagogos amontonan sus cabezas, no solo en el extranjero, sino también en los Estados Unidos de América. Al tratar de ubicarme, se hizo evidente que la única manera de hacerlo era mirando lo que mejor conocía, mi ciudad natal de San Antonio, Texas, para responder a mis preguntas que se me ocurrían.
Posicionandome en esta conversación, comenzaron a formarse dos preguntas para ayudarme a establecerme mejor en la conversación sobre lo que es el arte chicano. La primera pregunta, en tres partes, es aparentemente simple; ‘¿Quién crea el arte chicano?’, ‘¿Qué es exactamente el arte chicano?’ Y ‘¿Qué dice eso acerca de mi identidad?’ La segunda pregunta a la que llegué también fue aparentemente simple: ‘¿Dónde está toda la información sobre los artistas chicanos del sur? ¿Texas?’
Al intentar responder la primera pregunta, podemos ver la ambigüedad que surge al tratar de definir el término “chicano”. En la página dos del libro Rethinking the Chicano Movement, Marc Simon Rodriguez describe el término Chicano, como:
“…Se utiliza para identificar a aquellos que participaron en los movimientos sociales de los años sesenta y setenta y también como un término para reemplazar la identidad ‘mexicano-estadounidense’ con guión. Para muchos activistas, el término chicano se aplicó a aquellas personas de ascendencia mexicana nacidas en los Estados Unidos (mexicoamericanos) incluso si las personas rechazaban el término. Otros adoptan el termino Chicano como una forma de exigir un estatus racial “marrón” y rechazar los reclamos históricos de una identidad “blanca”. En este sentido, los chicanos no eran mexicanos ni blancos estadounidenses, sino que representaban a un grupo minoritario de Estados Unidos con su propia historia y cultura.”
Teniendo en cuenta esta definición amorfa del término “chicano”, puede ser fácil reconocer que la definición de un artista chicano también es difícil de entender. A diferencia de un movimiento artístico, como el de los futuristas en Italia, no hay un solo manifiesto que haya unido a todos o incluso a un gran conglomerado de artistas chicanos en un solo momento. Pero si tomamos en cuenta la definición de Rodríguez, podríamos decir positivamente que el arte chicano se hace, generalmente, pero no necesariamente, por estadounidenses de ascendencia mexicana, y se presenta como una forma creativa de resistencia contra la opresión y por la justicia social. Finalmente, ¿cómo me pertenecían estas cosas? ¿Soy un historiador de arte chicano? ¿O un mexicoamericano que estudia arte chicano? ¿O simplemente un historiador, que encuentra afinidad con el arte chicano, debido a mi origen étnico? Esta pregunta es algo con lo que todavía lucho y espero que esta serie de ensayos me ayude a llegar a un acuerdo.
El deseo de aprender más sobre los artistas de San Antonio llegó, irónicamente, cuando me di cuenta de que la mayoría de las investigaciones que se han publicado sobre arte chicano se centran en los artistas de California, aun existiendo una gran riqueza de historia del arte chicano que todavia no esta escrita.
Al finalizar la tesis de mi maestría en historia del arte, que se centra en el artista chicano del Área de la Bahía y su esposa, Malaquias Montoya y Lezlie Salkowitz-Montoya, me he dado cuenta de que mis preguntas e inquietudes solo podían responderse si comenzaba a llegar directamente a los artistas chicanos de mi comunidad.
Esta serie será una encuesta de visitas a los estudios y perfiles de artistas con sede en San Antonio que se identifican o tienen afinidad por el título de Chicana / o / x y cómo responden estas preguntas por sí mismas. Con estas respuestas en la mano, espero poder entenderme mejor y en este momento de mayor xenofobia, podemos comprender mejor cómo esta forma creativa, el arte chícano, fundado en un tiempo resistente, puede volver a vivir y en el futuro A esa descripción como espacio creativo de liberación.